Borges, otras inquisiciones

Como Stevenson, también hijo de puritanos, Hawthorne no dejó de sentir nunca que la tarea de escritor era frívola o, lo que es peor, culpable. En el prólogo de la Letra escarlata, imagina a las sombras de sus mayores mirándolo escribir su novela. El pasaje es curioso. «¿Qué estará haciendo? —dice una antigua sombra a las otras—. ¡Está escribiendo un libro de cuentos! ¿Qué oficio será ese, qué manera de glorificar a Dios o de ser útil a los hombres, en su día y generación? Tanto le valdría a ese descastado ser violinista.»

Borges, otras inquisiciones

Universalmente se admite que el unicornio es un ser sobrenatural y de buen agüero; así lo declaran las odas, los anales, las biografías de varones ilustres y otros textos cuya autoridad es indiscutible. Hasta los párvulos y las mujeres del pueblo saben que el unicornio constituye un presagio favorable. Pero este animal no figura entre los animales domésticos, no siempre es fácil encontrarlo, no se presta a una clasificación. No es como el caballo o el toro, el lobo o el ciervo. En tales condiciones, podríamos estar frente al unicornio y no sabríamos con seguridad que lo es. Sabemos que tal animal con crin es caballo y que tal animal con cuernos es toro. No sabemos como es el unicornio. Mis notas registran asimismo dos cuentos. Uno pertenece a las Histories désobligeantes de León Bloy y refiere el caso de unas personas que abundan en globos terráqueos, en atlas, en guías de ferrocarril y en baúles, y que mueren sin haber logrado salir de su pueblo natal. El otro se titula Carcassonne y es obra de Lord Dunsany. Un invencible ejército de guerreros parte de un castillo infinito, sojuzga reinos y ve monstruos y fatiga los desiertos y las montañas, pero nunca llegan a Carcasona, aunque alguna vez la divisan. (Este cuento es, como fácilmente se advertirá, el estricto reverso del anterior; en el primero, nunca se sale de una ciudad; en el último, no se llega).

Borges, otras inquisiciones

Un versículo de San Pablo (I, Corintios, XIII, 12) inspiró a León Bloy. Videmus nunc per speculum in aenigmate: tunc autem facie ad faciem. Nunc cognosco exparte: tunc autem cognoscam sicut et cognitus sum Ahora vemos por espejo, en oscuridad; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido.»

Borges, otras inquisiciones

Bertrand Russell concluye: «En cierto modo, es lícito afirmar que el ambiente de principios del siglo XVIII era racional y el de nuestro tiempo, antirracional». Yo eliminaría el tímido adverbio que encabeza la frase.

Kerouac, Los vagabundos del karma

“Las sendas son así: uno se siente flotar en el paraíso shakespeariano de Arden y cree que va a ver ninfas y pastores tocando el camarillo, cuando de repente se encuentra bajo un sol abrasador en un infierno de polvo y espinos y ortigas…, exactamente igual que la vida”

Borges, Atlas

“Para mí Irlanda es un país de gente esencialmente buena, naturalmente cristiana, arrebatados por la curiosa pasión de ser incesantemente irlandeses. Caminé por las calles que recorrieron, y siguen recorriendo, todos los habitantes de Ulysses”

Kerouac, Los vagabundos del Dharma

Él, Alvah y yo fuimos a Oakland en el coche de Morley y estuvimos en los almacenes del Monte de Piedad y del Ejército de Salvación comprando camisas de franela (a cincuenta centavos cada una) y camisetas. Todos habíamos elegido camisetas de color, y sólo un minuto después, cuando cruzábamos la calle bajo el limpio sol de la mañana, Japhy dijo: —Fijaos, la Tierra es un planeta fresco y lozano, ¿por qué preocuparse de nada? —(lo cual es cierto). Luego, en las tiendas de ropa de segunda mano, revolvimos todo tipo de cajones y estantes polvorientos llenos de camisas lavadas y remendadas de todos los vagabundos del universo. Compré calcetines, un par de medias de lana escocesas muy largas que me llegaban por encima de la rodilla y me resultarían muy útiles en las noches frías cuando meditara bajo la helada. Y compré una bonita chaqueta de lona con cremallera por noventa centavos. Luego fuimos al enorme almacén del ejército de Oakland y al fondo había colgados sacos de dormir y toda clase de equipamiento, incluidos colchones neumáticos como el de Morley, cantimploras, linternas, tiendas de campaña, rifles, botas de agua, y los más inverosímiles objetos para cazadores y pescadores. De todo aquello, Japhy y yo elegimos un montón de cosas útiles para los bhikkhus. Él compró una especie de parrilla de aluminio y me la regaló; como es de aluminio nunca se estropea y permite calentar cualquier tipo de cacharro encima de una hoguera. Eligió un excelente saco de dormir usado de pluma de pato; antes abrió la cremallera y examinó el interior. Luego una mochila completamente nueva, de la que me sentí muy orgulloso. —Te regalaré mi funda para la bolsa de dormir —dijo Japhy. Luego decidí comprar unos vasos de plástico blanco, y unos guantes de ferroviario nuevos. Consideré que tenía unas botas bastante nuevas en el Este, adonde iría por Navidades, aunque también pensé en comprarme un par de botas de montaña italianas como las de Japhy. Volvimos a Berkeley y fuimos al Ski Shop, y cuando entramos y el empleado vino a atendernos, Japhy dijo con su voz de leñador: —Aquí equipando a unos amigos para el Apocalipsis.
Y me llevó a la parte trasera de la tienda y cogió una especie de impermeable de nailon con capucha, que se puede poner por encima cubriendo incluso la mochila (dando el aspecto de un monje jorobado) y que te protege por completo de la lluvia. También puede hacerse con él una pequeña tienda de campaña y usarlo como aislante del suelo colocado debajo del saco de dormir. Compré un bote de plástico blando con tapa de rosca que podía utilizarse (me dije) para llevar miel al monte. Pero posteriormente lo usé para llevar vino más que para otra cosa, y más tarde aún, cuando hice algún dinero, para llevar whisky. También compré una batidora de plástico que me resultó muy útil, pues con sólo una cucharada de leche en polvo y un poco de agua de un arroyo permitía preparar un vaso de leche. Compré un juego de bolsas para comida como el de Japhy. Quedé verdaderamente equipado para el Apocalipsis, y no estoy bromeando; si cayera una bomba atómica sobre San Francisco aquella misma noche todo lo que tenía que hacer era largarme de allí, lo más lejos posible, con mi comida empaquetada y mi dormitorio y mi cocina encima, sin ningún problema en el mundo. La gran adquisición final fue una batería de cocina: dos cacharros grandes metidos uno dentro de otro, con una tapadera que era también sartén, y vasos de estaño y unos pequeños cubiertos de aluminio que encajaban unos en otros. Japhy me regaló otra cosa de su propio equipo: una cuchara normal y corriente. Pero sacó unos alicates y la dobló por el mango, y dijo: —¿Ves? Cuando tengas que sacar un cacharro de una hoguera demasiado grande, no tienes más que usar esto. Y me sentí un hombre nuevo. También quería rezar, dedicarme sólo a eso; rezar por todas las criaturas vivas; consideraba que ésa era la única actividad decente que quedaba en el mundo.

Saramago, el evangelio segun Jesucristo

“En este primer día de viaje, como las piernas aún no estaban hechas al camino, la etapa no ha sido extremadamente larga, no hay que olvidar que van en la misma compañía viejos y chiquillos, unos que, por haber vivido, han gastado ya todas sus fuerzas y no pueden ahora fingir que las tienen, otros que, por no saber gobernar las que empiezan a tener, las agotan en dos horas de carreras desatinadas, como si acabara el mundo y hubiera que aprovechar sus últimos instantes.”

Eco, El nombre de la rosa

“Yo al menos tengo una regla. Sé que son herejes los que ponen en peligro el orden que gobierna al pueblo de Dios. Y defiendo al imperio porque me asegura la vigencia de ese orden. Combato al papa porque está entregando el poder espiritual a los obispos de las ciudades, que se alían con los mercaderes y las corporaciones, y serán incapaces de mantener ese orden. Nosotros lo hemos mantenido durante siglos. Y en cuanto a los herejes, también tengo una regla, que se resume en la respuesta de Arnaldo Amalrico, abad de Citeaux, cuando le preguntaron qué había que hacer con los ciudadanos de Béziers, ciudad sospechosa de herejía: «Matadlos a todos; Dios reconocerá a los suyos».”

Saramago, el viaje del elefante

“Reconózcase, ahora, que un cierto tono irónico y displicente introducido en estas páginas cada vez que de austria y de sus naturales tuvimos que hablar fue no sólo agresivo, sino claramente injusto. No es que fuera ésa nuestra intención, pero ya sabemos que, en estas cosas de la escritura, no es infrecuente que una palabra tire de otra sólo por lo bien que suenan juntas, sacrificando así muchas veces el respeto por la liviandad, la ética por la estética, si caben en un discurso como éste tan solemnes conceptos, y para colmo sin provecho para nadie. Por esas cosas y por otras es por lo que, casi sin darnos cuenta, vamos haciendo tantos enemigos en la vida”

Todo Conan el Bárbaro – Björn Nyberg Andrew Offutt

agachado delante del muchacho, sostenía un objeto parecido a una gaita en la mano. Se lo llevó a los labios y al parecer sopló, aunque Conan no oyó ningún sonido. Pero el joven zingario oyó o sintió algo. Tembló y se retorció como si estuviera agonizando; había una cierta regularidad y un ritmo en la convulsión de sus miembros. Las convulsiones dieron paso a violentas sacudidas y luego a movimientos regulares. El joven comenzó a bailar de la misma forma en que lo hacían las cobras bajo la flauta del faquir. En la extraña danza había un cierto abandono carente de gozo y desagradable a la vista. Era como si la muda melodía de las invisibles gaitas tocara el fondo del alma del joven con dedos lascivos y le arrancara toda expresión involuntaria de su secreta pasión por medio de una tortura brutal. Era como contemplar un alma completamente desnuda con todos sus oscuros y vergonzosos secretos al descubierto.

Los siete pilares de la sabiduría – T.E. Lawrence

Todos los hombres sueñan, pero no todos lo hacen del mismo modo. Aquellos que sueñan de noche en las polvorientas recámaras de sus mentes se despiertan de día para darse cuenta de que todo era vanidad, pero los soñadores despiertos son peligrosos, ya que ejecutan sus sueños con los ojos abiertos, para hacerlos posibles. Esto fue lo que hicimos. Quiero decir, construir una nueva nación, restaurar una influencia perdida y dar a veinte millones de semitas las bases sobre las que construir un palacio de ensueños para sus deseos nacionales. Tan alta meta atraía la intrínseca nobleza de sus mentes, y los hizo tomar generosamente parte en los acontecimientos, pero, cuando hubimos ganado, se levantó contra mí la acusación de que los intereses del petróleo británico en Mesopotamia habían sido puestos en peligro, y la política colonial francesa en Oriente Medio había quedado en ruinas.

Los siete pilares de la sabiduría – T.E. Lawrence

Mi propia participación fue de tipo menor, si bien, debido a mi pluma fácil, mi libertad de palabra y una cierta agudeza mental, llegué a ocupar, tal como describo, una cierta y burlona primacía. En realidad nunca llegué a ocupar cargo alguno entre los árabes: jamás estuve al frente de la misión británica que actuaba con ellos.

El jardín de los dioses – Gerald Durrell

Tal vez hoy atraparía el galápago más grande que nunca viera, o desvelaría el misterio de cómo una tortuga recién nacida, salida del huevo con más arrugas y abolladuras que una nuez, al cabo de una hora abultaba el doble y en consecuencia había alisado la mayor parte sus frunces

Mallory, Mort dArtur

También hizo Merlín con su sutileza que la espada de Balin quedase derechamente metida en una piedra de mármol grande como una muela, y que la piedra se tuviese siempre sobre el agua, lo que hizo muchos años, y navegó por ventura corriente abajo hasta la ciudad de Camelot, que en inglés es Winchester. Y ese mismo día Galahad el Alto Príncipe llegó al rey Arturo trayendo consigo la vaina, y acabó la espada que estaba en la piedra de mármol, la cual se tenía sobre el agua