Ardores de agosto – Andrea Camilleri

¿Cuándo, exactamente?    —Dentro de tres días.    —¿No podría adelantarse a mañana?    —¡Pero mañana es quince de agosto! ¿Qué le interesa?

 

Después estuvo leyendo hasta las once de la noche una estupenda novela policíaca de dos autores suecos que eran marido y mujer, y en la cual no había ni una sola página que no contuviera un despiadado ataque a la social-democracia y el gobierno. Montalbano lo dedicó mentalmente a todos aquellos que no se dignaban leer novelas policíacas por considerarlas un mero pasatiempo repleto de enigmas.

 

Adelina le había preparado una pappanozza. Cebollas y patatas hervidas un buen rato y después colocadas en un plato y aplastadas con la parte convexa de un tenedor hasta convertirlas en una espesa mezcla. Condimento: aceite, una pizca de vinagre, sal y pimienta negra molida al momento. No comió otra cosa, quería mantenerse ligero

 

Un hombre que en los tiempos que corren vive en un país civilizado como el nuestro (es un decir), si oye en pleno sueño unos cañonazos, está claro que los confunde con los truenos de un temporal, las tracas de las fiestas del santo patrón o el desplazamiento de unos muebles por parte de esos cabrones del piso de arriba, y sigue durmiendo como si tal cosa. En cambio, el sonido del teléfono, la melodía del móvil, el timbre de la puerta, eso no, ésos son ruidos de llamadas ante las cuales el hombre civilizado (es un decir) no tiene más remedio que emerger de las profundidades del sueño y contestar