El miedo de Montalbano – Andrea Camilleri

Aturdido por los gritos, el comisario no pudo disfrutar de la pasta al horno cuyo nivel de excelencia debía de estar justo por debajo del límite máximo más allá del cual estaba Dios.

 

Regresó a la galería y se adormeció como una lagartija al sol. No se puede estar con una mujer al día siguiente de haber matado a un hombre. Es cierto que eso ocurre, pero sólo en las películas americanas

 

Satisfecho e insatisfecho. Satisfecho porque estaba más que convencido de que el camino señalado era el correcto, el que llevaría al sitio correcto; insatisfecho porque aquel camino no lo seguiría él sino otro. Paciencia. A veces, en la vida, ciertas cosas no se pueden realizar personalmente, hay que hacerlas camuflado, escondido detrás de otro. Lo importante es que se alcance el objetivo. ¿Débil consuelo? Tal vez sí, pero no deja de ser un consuelo

 

Por qué no vas a un pedicuro?», le había preguntado poco tiempo atrás Livia al ver que las uñas del dedo gordo de ambos pies eran cada vez más gruesas y se dirigían una hacia Levante y otra hacia Poniente.    Él no había querido ir porque le parecía cosa de ricachones o afeminados. ¡En resumidas cuentas, se trataba de una investigación basada en un prejuicio asentado sobre otro prejuicio

 

Se zampó un buen plato de salmonetes fritos con la concentración de un brahmán hindú, esa que te hace levitar, sólo que la suya iba en dirección contraria, hacia el arraigo más profundo y terreno, es decir, hacia el penetrante aroma y el denso sabor del pescado, con la exclusión más absoluta de cualquier otro pensamiento o sentimiento. Consiguió incluso aislarse del ruido exterior de los coches y las voces, de la radio y los televisores a todo volumen, creando una especie de burbuja de silencio total.

 

La delicia de saborear unas habas frescas consiste también en el placer del doble desgrane, durante el cual uno saborea con el pensamiento aquello que al cabo de muy poco tiempo podrán saborear la lengua y el paladar.    En efecto: primero hay que desgranar la vaina del haba que, siendo ligeramente vellosa por dentro y por fuera, resulta muy agradable al tacto; después hay que pelar todas las habitas, las cuales, mientras lo haces, te envían unos verdes efluvios que te recrean el corazón. Y mientras desgranas, vas pensando. Y, a lo mejor, se te ocurre la idea adecuada y útil para cada ocasión

 

«Supra ‘a pasta, minnulicchi!», sobre la pasta, almendritas, pensó amargamente mientras cogía el billete que le entregaba su jefe. Si no quieres taza, taza y media: el colmo de cualquier posible desastre

 

Montalbano no creía en el demonio y menos en los lugares comunes, en las frases hechas ni en las ideas preconcebidas. Pero, por una vez, no protestó.

 

Sería como buscar una aguja en un pajar —respondió Montalbano sabiendo que las frases hechas eran unos punto y seguido que pesaban como losas

 

—¿Antes de que le pegaran el tiro?   
—No, después. Se puso a follar ya muerto. Pero ¿qué coño de preguntas me hace? ¿De verdad se encuentra usted bien?