Historia del siglo XX – Eric Hobsbawm

Insignificante como arte (en el sentido que tenía el término en el siglo XIX), esta moda reconocía, no obstante, que el mercado de masas basaba su triunfo en la satisfacción de las necesidades tanto espirituales como materiales de los consumidores; algo de lo que las agencias de publicidad habían sido vagamente conscientes cuando centraban sus campañas en vender «no el bistec sino el chisporroteo», no el jabón sino el sueño de la belleza, no latas de sopa sino felicidad familiar. A partir de los años cincuenta estuvo cada vez más claro que todo aquello tenía lo que podría llamarse una dimensión estética, una creatividad popular, ocasionalmente activa pero casi siempre pasiva, que los productores debían competir para ofrecer