Robert Graves, Lawrence y los arabes

Los camellos, bien abrevados, salvaban cuatrocientos kilómetros en tres días, y, en caso de apuro, 170 en veinticuatro horas. (La célebre Gazzala de Lawrence había cubierto en una sola jornada, a solas con él, doscientos veintiocho kilómetros, y los efectuó no una, sino dos veces). Por lo tanto, no sería imposible atacar un punto próximo a Maan el lunes, otro vecino a Ammán el jueves, y otro contiguo a Dara el sábado, y levantar a las tribus para que colaborasen en cada expedición. Y los atacantes debían depender sólo de sus propios recursos, para evitar dilaciones y dependencia de los sistemas de suministro. No habría la disciplina usual ni la jerarquía militar de todos conocida. Cada hombre sería su propio general, decidido a combatir solo sin esperar órdenes ni la colaboración de sus compañeros. El honor sería el único contrato, y quien quisiera podría cobrar su paga y retirarse a su tienda cuando se le antojara, como hasta entonces habían hecho.