Anais Nin, Diarios

Debo encontrar unos dominios tan fuertes como los de las cadenas que matan al dolor, y ello mediante el descubrimiento de mi individualidad positiva, activa. Por ejemplo, mi capacidad de escribir, que Rank considera como el núcleo vital de mi verdadera madurez

Anais Nin, Diarios

Y luego pasamos a los papeles que yo interpreto. Quise ser la mujer que Artaud necesitaba, inspirar su poesía y rescatarlo de la locura. Quise ser la escritora decorativa y encantadora de «salón», la artista decorativa clásica que mi padre deseaba. Quise ser la mujer no nacida de la costilla de Adán sino de sus necesidades, invenciones, esquemas propios

Anais Nin, Diarios

Henry me ha enseñado a tomar notas, a ampliarlas, a no abandonarme a la nostalgia, a moverme, a escribir todos los días, a hacer, a decir en vez de meditar, a no ocultar mi aturdimiento cuando me emociono

Robert Graves, Lawrence y los arabes

Los camellos, bien abrevados, salvaban cuatrocientos kilómetros en tres días, y, en caso de apuro, 170 en veinticuatro horas. (La célebre Gazzala de Lawrence había cubierto en una sola jornada, a solas con él, doscientos veintiocho kilómetros, y los efectuó no una, sino dos veces). Por lo tanto, no sería imposible atacar un punto próximo a Maan el lunes, otro vecino a Ammán el jueves, y otro contiguo a Dara el sábado, y levantar a las tribus para que colaborasen en cada expedición. Y los atacantes debían depender sólo de sus propios recursos, para evitar dilaciones y dependencia de los sistemas de suministro. No habría la disciplina usual ni la jerarquía militar de todos conocida. Cada hombre sería su propio general, decidido a combatir solo sin esperar órdenes ni la colaboración de sus compañeros. El honor sería el único contrato, y quien quisiera podría cobrar su paga y retirarse a su tienda cuando se le antojara, como hasta entonces habían hecho.

Robert Graves, Lawrence y los arabes

Se alegraron de llegar al reducido oasis de un valle, que un anciano, con su esposa e hijas, los únicos habitantes, habían cultivado en parte. Cosechaban tabaco, judías, melones, cohombros y berenjenas, laborando de sol a sol, despreocupados del mundo exterior. El viejo preguntó riendo si tanta lucha y sufrimiento aportaría al mundo más comida y bebida; no entendió su descripción de la libertad árabe. Vivía sólo para su huerto. Cada año vendía el tabaco recogido y compraba una camisa para sí mismo y para cada miembro de su familia

Gibbon, The History of Decline and Fall of the Roman Empire

Circesium, on the frontier of the two empires, now Kerkesia; placed in the angle formed by the juncture of the Chaboras, or al Khabour, with the Euphrates. This situation appeared advantageous to Diocletian, that he raised fortifications to make it the but wark of the empire on the side of Mesopotamia. D’Anville. Geog. Anc. ii. 196.—G. It is the Carchemish of the Old Testament, 2 Chron. xxxv. 20. ler. xlvi. 2

Gibbon, The History of the Decline and Fall of the Roman Empire

Its form was an exact quadrangle; and we may calculate, that a square of about seven hundred yards was sufficient for the encampment of twenty thousand Romans; though a similar number of our own troops would expose to the enemy a front of more than treble that extent. In the midst of the camp, the prætorium, or general’s quarters, rose above the others; the cavalry, the infantry, and the auxiliaries occupied their respective stations; the streets were broad and perfectly straight, and a vacant space of two hundred feet was left on all sides between the tents and the rampart. The rampart itself was usually twelve feet high, armed with a line of strong and intricate palisades, and defended by a ditch of twelve feet in depth as well as in breadth


traduccion de googletranslator:

Su forma era un cuadrilátero exacto; y podemos calcular que un cuadrado de unas setecientas yardas era suficiente para el campamento de veinte mil romanos; aunque un número similar de nuestras propias tropas expondría al enemigo un frente de más del triple de esa extensión. En medio del campamento, el pretorio, o el cuartel general, se elevaba por encima de los demás; la caballería, la infantería y los auxiliares ocuparon sus respectivos puestos; las calles eran anchas y perfectamente rectas, y se dejaba un espacio vacío de sesenta metros por todos lados entre las tiendas y la muralla. La muralla en sí tenía generalmente doce pies de alto, armada con una línea de empalizadas fuertes e intrincadas, y defendida por una zanja de doce pies de profundidad y de ancho.

Eco, La Isla del día antes

Daba en la cuenta de que en el Daphne habíase aprovechado al máximo el espacio, y entre la segunda puente y la bodega habían sido montados mamparos y cucharros, con la finalidad de obtener compartimentos conectados por escalas de tojines; y había entrado en la corrulla de las jarcias, tropezando con rollos de cuerdas de todo tipo, aún impregnadas de agua marina

Eco, El Péndulo de Foucault

He abierto el armario de los escritos juveniles tan pronto como he llegado. Estantes y estantes llenos de papeles, desde los deberes de la escuela hasta cuadernos y cuadernos de poesía y prosas de adolescencia. En la adolescencia todos escriben poesías, después los verdaderos poetas las destruyen y los malos las publican. Belbo estaba demasiado desengañado para salvarlas, demasiado indefenso para destruirlas. Las enterró en el armario del tío Carlo

Eco, El Péndulo de Foucault

Por lo demás, ¿qué otros estaban dispuestos a esperar encima de la piedra durante seis siglos y encima de la piedra habían esperado? Bien es verdad que, al final, Alamut había caído ante la presión de los mongoles, pero la secta de los ismailíes había sobrevivido en todo el Oriente, una parte se había mezclado con el sufismo no chiíta, otra había dado origen a la terrible secta de los drusos, y otra había sobrevivido entre los khojas indios, los seguidores del Aga Khan, cuyo territorio está situado muy cerca del emplazamiento de Agarttha.

Kerouac, los vagabundos del karma

El delicado Francis DaPavia leyó, en delicadas páginas de papel cebolla amarillo, o rosa, que sostenía en sus largos y blancos dedos, unos poemas de su íntimo amigo Altman que había tomado demasiado peyote en Chihuahua (¿o murió de polio?), pero no leyó ninguno de sus propios poemas: una maravillosa elegía en memoria del joven poeta muerto capaz de arrancar lágrimas al Cervantes del Capítulo Siete, y leída con una delicada voz inglesa que me hizo llorar de risa para mis adentros aunque luego llegué a conocer mejor a Francis y me gustó

Kerouac, los vagabundos del karma

He estado leyendo a Whitman, oíd lo que dice: «Alzaos, esclavos, y haced temblar al déspota extranjero». Señala así la actitud del Bardo, del bardo lunático zen de los viejos senderos del desierto que ve que el mundo entero es una cosa llena de gente que anda de un lado para otro cargada con mochilas, Vagabundos del Dharma negándose a seguir la demanda general de la producción de que consuman y, por tanto, de que trabajen para tener el privilegio de consumir toda esa mierda que en realidad no necesitan, como refrigeradores, aparatos de televisión, coches, coches nuevos y llamativos, brillantina para el pelo de una determinada marca y desodorantes y porquería en general que siempre termina en el cubo de la basura una semana después; todos ellos presos en un sistema de trabajo, producción, consumo, trabajo, producción, consumo… Tengo la visión de una gran revolución de mochilas, de miles y hasta de millones de jóvenes norteamericanos con mochilas y subiendo a las montañas a rezar, haciendo que los niños rían y que se alegren los ancianos, haciendo que las chicas sean felices y también las señoras mayores, que serán más felices todavía, todos ellos lunáticos zen que andan escribiendo poemas que surgen de sus cabezas sin motivo y siendo amables y realizando actos extraños que proporcionan visiones de libertad eterna a todo el mundo y a todas las criaturas vivas; eso es lo que me gusta de vosotros dos, Goldbook y Smith, que sois dos tipos de la Costa Este a la que creía muerta. —¡Y nosotros que pensábamos que la muerta era la Costa Oeste! —Habéis traído hasta aquí un viento refrescante. Pensad en el granito puro del jurásico de Sierra Nevada con las dispersas y altas coníferas de la última era glacial y los lagos que acabamos de ver y que son una de las más grandes expresiones de esta tierra; pensad en lo auténticamente grande y lo sabia que será esta América, con toda esa energía y exuberancia y espacio centrado en el Dharma —Eso es, una serie de monasterios para que vayan los amigos y se recluyan y mediten dentro de ellos, podemos instalar grupos de cabañas en la Sierra o en las Altas Cascadas o como dice Ray allá en México y tener enormes grupos de hombres santos y puros que se reúnen para beber y hablar y rezar y

Borges, otras inquisiciones

La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es quizá, el hecho estético