Frankenstein o el moderno Prometeo – Mary W. Shelley

El ser humano que vive en la perfección debe conservar siempre un espíritu calmo y pacífico, y jamás permitirá que la pasión o un deseo transitorio perturben su tranquilidad. No creo que la persecución del conocimiento represente una excepción a esta regla. Si el estudio al cual uno se aplica muestra cierta tendencia a debilitar los afectos, y a destruir el gusto por esos sencillos placeres con los cuales no es posible combinar otras cosas, puede afirmarse con certeza que este estudio es contrario a la ley: es decir, inarmónico con la mente humana. Si siempre se observase esta regla, y nadie permitiese que una actividad viniera a perjudicar la tranquilidad de sus afectos domésticos, Grecia no habría sido esclavizada; César no se habría impuesto a su propio país; América habría sido descubierta más gradualmente, y los imperios de México y Perú no habrían sido destruidos.