Frazer, La Rama Dorada

Juzgando por estas pruebas, las costumbres de primavera y de la recolección de nuestros campesinos europeos merecen clasificarse como primitivas. No se eligen ni seleccionan clases especiales de personas ni lugares especiales para sus realizaciones; cualquiera puede desempeñarlas, amo o sirviente, casada o soltera, muchacho o jovencita; no son realizadas en tem plos ni iglesias, sino en los bosques y en los prados, junto a los arroyos, en los graneros y pajares, en las eras, en las granjas y las alquerías. Los seres sobrenaturales cuya existencia dan por sentada son espíritus mejor que deidades: sus funciones están limitadas a ciertos campos bien definidos de la naturaleza, sus nombres son comunes, como madre de la cebada, la vieja, la doncella, no nombres propios como Deméter, Perséfona y Dioni sos. Sus atributos genéricos son conocidos, mas sus historias individuales y caracteres no son tema de mitos. Existen como clase mejor que como individuos, y los miembros de cada clase son indistinguibles. Por ejemplo, cada rancho, estancia, hacienda, cortijo, todos tienen su madre del grano o su vieja o su doncella; pero cada madre del grano es muy semejante a todas las demás madres del grano y lo mismo respecto a las viejas y doncellas. Finalmente, en estas costumbres de recolección, como en las de primavera, el ritual es mágico mejor que propiciatorio. Esto se demuestra por el acto de arrojar al río a la madre del cereal con objeto de asegurar la lluvia y la humedad necesarias para las cosechas; por el de aumentar el peso de la vieja, con el designio de obtener una cosecha más grande al año siguiente; por el de diseminar el grano del último haz en los sembrados, durante la primavera, y por el de dar a comer la última gavilla al ganado para que medre.

Frazer, La Rama Dorada

En una palabra, estas costumbres de primavera y estío se basan en los mismos primitivos modos de pensar y forman parte del mismo paganismo antiguo que era evidentemente practicado por nuestros antepasados mucho tiempo antes del alborear de la historia. Entre las señales de un ritual primitivo podemos anotar las siguientes:
Ninguna clase especial de personas es elegida para el desempeño de los ritos; en otras palabras, no hay sacerdotes. Los ritos pueden ser desempeñados por cualquiera, según lo demande la ocasión.
Ningún lugar especial se señala para la realización de los ritos; en otros términos, no hay templos. Los ritos pueden realizarse en cualquier parte, según lo demande la ocasión.
Se reconocen espíritus, no dioses: a) a diferencia de los dioses, los espíritus tienen restringidas sus operaciones a partes definidas de la naturaleza. Sus nombres son generales, comunes; no son nombres propios. Sus atributos son genéricos mejor que individuales y específicos; en otras palabras, hay un número indefinido de espíritus de cada clase y los individuos de cada clase son muy semejantes entre sí; no tienen una individualidad marcadamente definida; no hay tradiciones aceptadas y corrientes respecto a su origen, vida, aventuras y carácter; b) por otro lado, los dioses, a diferencia de los espíritus, no están restringidos en departamentos delimitados de la naturaleza. Es verdad que, por lo general, hay algún campo sobre el que presiden como su dominio especial, pero no están confinados rigurosamente en él; pueden ejercer su poderío para el bien y el mal en muchas esferas de la naturaleza y de la vida. Además llevan nombres individuales o personales propios, tales como Deméter, Perséfona, Dionisos, y su carácter e historia individual está fijado por los mitos circulantes y las representaciones artísticas.

Los ritos son mágicos más bien que propiciatorios. En otros términos, las cosas deseadas no se obtienen propiciando el favor de los seres divinos por medio del sacrificio, oración y loores, sino mediante ceremonias como las que hemos expuesto, que se supone influyen directamente en la marcha o curso de la naturaleza, mediante una simpatía o parecido material entre el rito y el efecto que con él se desea obtener

Frazer, La Rama Dorada

en ciertas ocasiones el espíritu aparece en doble forma femenina, joven y madura, correspondiendo exactamente a las griegas Perséfona y Deméter, si nuestra interpretación de esas diosas es acertada. Hemos visto que en Escocia, en particular entre la población de habla gaélica, las últimas mieses segadas son en ocasiones llamadas «la vieja» y algunas veces «la doncella». Ahora bien, hay partes de Escocia en que ambas, la vieja (Cailleach) y la doncella, son segadas en la recolección

Fraze, La Rama Dorada

Se cuenta que en Mag Slacht o «valle de las postraciones», cerca del actual villorrio de Ballymagauran, en la región de Cavan, se levantaba un gran ídolo cubierto de oro llamado Cromm Cruach, al que los antiguos irlandeses sacrificaban «los primogénitos de cada descendencia y los vástagos principales de cada clan» con el fin de obtener abundante grano, miel y leche

Frazer, La Rama Dorada

todavía a mitad del siglo XIX se acostumbraba ahorcar al rey que había dejado de ser querido. Sus familiares y ministros se congregaban a su alrededor para proclamar que, en vista de que no era más del agrado de los hombres, las mujeres, los burros, los bueyes y las aves del país, lo mejor era que muriera

Silverberg, Gilgamesh rey

antes vasos de alabastro ni plata resplandeciente, que agradan a los hombres, que tu tejado se llene de goteras y no haya carpintero que las tape, que los perros salvajes se instalen en tu dormitorio[250], que las lechuzas aniden en tu sobrado, que los borrachos te vomiten encima, que la pared de una taberna sea tu lugar de trabajo, que vayas vestida con andrajos y ropa interior mugrienta, que las esposas indignadas te demanden, que las espinas y las zarzas derramen la sangre de tus pies, que los jóvenes se burlen de ti y la muchedumbre te escarnezca cuando pases por las calles[251

Silverberg, Gilgamesh rey

— Tomé el significado que creí que había aquí.
— Sí, lo hiciste. Fue el significado fácil; era el significado que esperabas encontrar; pero no era el auténtico significado. -De nuevo la tierna sonrisa, tan triste, tan cariñosa. Gentilmente, dijo-: Aquí hemos hecho nuestro pacto con la muerte. Conocemos sus caminos, y ella conoce los nuestros; y tenemos nuestros misterios, y nuestros misterios nos defienden por un tiempo de la muerte. Pero sólo por un tiempo. ¡Pobre Gilgamesh, has venido hasta tan lejos para tan poco!
La comprensión me invadió. Sentí que se me erizaba la piel; me estremecí con el frío de la percepción a medida que la verdad se manifestaba por sí misma. Contuve bruscamente el aliento. Había una pregunta que debía formular ahora; pero no sabía si me atrevería a formularla, y no creía que tuviera una respuesta para ella. De todos modos, al cabo de un momento dije:
— Dime esto. Tú eres el Ziusudra: ¿pero eres Ziusudra de Shuruppak?
Respondió sin la menor vacilación. Y lo que me dijo fue lo que ya había empezado a comprender.
— Ziusudra de Shuruppak lleva muerto mucho tiempo -dijo.

Silverberg, Gilgamesh rey

— Ve con cuidado, Sursunabu -dijo Siduri-. Se toma a mal las negativas. Su carácter es fiero, y siente un inmenso amor hacia sí mismo.
Me volví hacia ella, con la boca abierta. -¿Qué estás diciendo?
Sonrió. Pareció una sonrisa tierna, en absoluto burlona. Respondió:
— Sólo tú, entre toda la humanidad, te enfureces cuando consideras tu propia muerte. ¿Qué es eso sino amor hacia sí mismo, Gilgamesh? Lloras tu propia posibilidad de morir. Lloras más profundamente por ti mismo de lo que lo hayas hecho nunca por ese amigo tuyo que murió.
Me sentí desconcertado, tanto por la brutal sinceridad de sus palabras como por el pensamiento de que tal vez hubiera razón en ellas. La miré parpadeando; luché por replicar. Pero no pude hallar ninguna respuesta.

Silverberg, Gilgamesh rey

No temía la llegada de la desgracia, porque ya había venido con la desgracia a cuestas, y ahora estaba decidido a seguir adelante hasta la tierra que se extiende más allá de la desgracia

Silverberg, Gilgamesh rey

Entonces Ziusudra abrió todas las puertas a los cuatro vientos y a la luz del sol. Salió a la montaña, y derramó una libación, y vertió siete vasos sagrados y luego siete más, y quemó caña y madera de cedro y mirto a los dioses que le habían salvado. Los dioses olieron el sacrificio, y acudieron a gozar de él

Montanelli, Historia de los griegos

Encerrado en su orgullo de casta, y convenciéndose cada vez más de estar constituyendo una clase selecta y predestinada por los dioses a poner orden en el pueblo de los hombres comunes, el Círculo de los pitagóricos decidió adueñarse del Estado y fundar en Crotona, sobre la base de las verdades filosóficas elaboradas por el Maestro, la república ideal. Como todas las repúblicas, aquella había de ser una «tiranía ilustrada». Ilustrada, se comprende, por Pitágoras, jefe de una aristocracia comunística que, con una potente G.P.U., prohibiría a todos el vino, la carne, los huevos, las habas, el amor y la risa, obligándoles, en compensación, a la «autocrítica».

Montanelli, Historia de los griegos

Sin embargo, son estas poco pitagóricas fantasías las que nos acercan un poco al plano humano y nos inclinan a alguna simpatía para con este hombre de cerebro traslúcido y de corazón árido, que de otro modo nos sería francamente antipático

de correctione rusticorum

Porque encender velas junto a las piedras y a los árboles y a las fuentes y en las encrucijadas, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Observar la adivinación y los agüeros, así como los días de los ídolos, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo?
Observar las vulcanales y las calendas, adornar las mesas, poner coronas de laurel, observar el pie, derramar en el fogón sobre la leña alimentos y vino, echar pan en la fuente, ¿qué otra cosa es sino culto del diablo? El que las mujeres nombren a Minerva al urdir sus telas, observar en las nupcias el día de Venus, y atender en qué día se hace el viaje, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo?
Hechizar hierbas para los maleficios, e invocar los nombres de los demonios con hechizos, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo? Y otras muchas cosas que es largo el decirlas.