Graeber&Wengrow, El amanecer de todo

¿Podría ser que, del mismo modo en que la agricultura lúdica —nuestra manera de denominar esos métodos informales y flexibles de cultivo que dejaban a la gente tiempo para realizar todo tipo de otras actividades estacionales— se convirtió en agricultura más seria, los reinos lúdicos comenzaran también a adquirir más sustancia? Las pruebas procedentes de Egipto bien pueden interpretarse en esa línea. Pero también es posible que ambos procesos, cuando se dieron, estuvieran instigados por algo más, como el surgimiento de relaciones patriarcales y el declive del poder de la mujer en la familia. Desde luego, este es el tipo de preguntas que deberíamos estar haciéndo nos. La etnografía nos demuestra también que los reyes no suelen contentarse con la idea de ser una presencia esporádica en las vidas de sus súbditos. Incluso los gobernantes de reinos que nadie describiría como un estado, como los reth de los shilluk o los gobernantes de los pequeños principados en Java o Madagascar, intentaban insertarse en los ritmos de la vida cotidiana insistiendo en que nadie podía pronunciar un juramento, casarse o incluso saludarse sin invocar su nombre. De esta manera el rey se convertía en el medio necesario por el cual sus súbditos establecían relaciones entre sí, en gran parte del mismo modo en que los jefes de Estado insisten en poner sus caras en el dinero.