Fuera del claustro está el paisaje del tiempo, en el que es posible, con suerte y coraje, construir los frágiles, provisorios e improbables caminos y ciudades de la fidelidad; un paisaje habitable para seres humanos.
Ningún acto es verdaderamente humano hasta que ocurre dentro del paisaje del pasado y el futuro. La lealtad, que consolida la continuidad del pasado y el futuro, unificando el tiempo en una totalidad, es la raíz de la fortaleza humana; no se obtiene ningún bien si se prescinde de ella.
Así, recordando los últimos cuatro años, Shevek los vio no como desperdiciados, sino como una parte del edificio que él y Takver estaban construyendo con sus vidas. Lo bueno de trabajar con el tiempo, y no contra él, pensó, es que nunca es tiempo perdido. Hasta el dolor cuenta.