Campbell, La historia del Grial

Una de las paradójicas calamidades del cristianismo fue que Roma se derrumbara una vez cristianizada. En La ciudad de Dios, san Agustín viene a decir que sí, que la ciudad del hombre ha caído, pero que la ciudad de Dios ha triunfado. ¡Magro consuelo, la verdad! Lo cierto es que Roma se vino abajo. Yo diría que aquellos cristianos son comparables a los comunistas actuales en nuestra parte del mundo: lo devoraban todo desde dentro, como gusanos.