La misión de san Patricio suele datarse en el año 432. Casi con toda certeza no es la fecha real. El cuatrocientos treinta y dos es un número mitológico. Por ejemplo, en los Purānas, la antigua epopeya india, se afirma que un mahāyuga —un «Gran Ciclo» de la creación, el florecimiento y la disolución del mundo— dura 4.320.000 años. El mahāyuga es un «Día de Brahmā», al que lo sigue una «Noche de Brahmā» de la misma duración; la suma de ambos da 8.640.000. En uno de los poemas de la Edda poética (o mayor) islandesa («Grímnismál», 23) se nos dice que en el Valhalla, el salón de los guerreros de Odín, había 540 puertas, por cada una de las cuales pasaban, al final de cada ciclo del tiempo, 800 guerreros para enfrentarse con los antidioses en una guerra de aniquilación mutua. 800 multiplicado por 540 da 432.000. Y en la Babilonia caldea, desde el siglo VI a. C. aproximadamente, se decía que entre el tiempo imaginado de la primera ciudad del mundo, Kish, y la llegada del diluvio mitológico de Ut-napishtim (el predecesor y prototipo de Noé) transcurrieron 432.000 años. Para mi sorpresa, un día descubrí en un libro sobre cultura física para el gran público titulado Aerobics la siguiente frase: «Un hombre en forma, que haga ejercicio con regularidad, tendrá en reposo una frecuencia cardíaca de unas 60 pulsaciones por minuto como mucho. […] 60 pulsaciones por minuto, multiplicadas por 60 minutos, dan 3.600 pulsaciones por hora. Y 3.600 pulsaciones por hora, multiplicadas por 24 horas, dan 86.400 pulsaciones por día».[1]Así pues, nuestros pequeños días y noches humanos son miniaturas de los Grandes Días y Noches de Brahmā, que al abrir y cerrar los ojos alumbra y disuelve, una y otra vez, todas la
formas del universo; el latido de nuestro corazón, entretanto, guarda conformidad con el pulso de la creación. Se pueden decir muchas más cosas acerca de este número, pero baste con señalar una: que, astronómicamente, el número de años en un ciclo completo de la precesión de los equinoccios es 25.920 (un Gran Año o Año Platónico), y que esta suma, dividida por sesenta, da 432 (sesenta es el múltiplo básico, el llamado soss, del sistema matemático mesopotámico más antiguo).
