Holdstock, Lavondyss

He detectado claros flujos de energía mitopoética en el córtex: las formas mitago se generan en el hemisferio derecho, y su realidad, en el izquierdo. Pero ¿cuál es la zona de génesis del premitago? WJ cree que se generan en las profundidades del tronco encefálico, la parte más primitiva de la estructura mitogénica. Pero, cuando induce mitogénesis en el bosque, hay actividad en el cerebelo. El instrumental del que disponemos es demasiado burdo. Quizá no estemos midiendo la energía psíquica correcta».

Holdstock, Lavondyss

—Ahora está lejos de mí —explicó—. No sé por cuánto tiempo. Lo vi al pie del roble. Es un camino hundido. Me refiero al roble. Un lugar donde hay visiones. Ya sabe, un lugar desde el que se ve el otro mundo. Así que, claro, él no pertenece a nuestro mundo. Estaba muy malherido. Debió de vivir hace siglos. Las cornejas intentaban llegar a él, pero las espanté. Convertí ese lugar en la Tierra del Espíritu del Ave, y eso las habrá enfurecido. Pero luego vinieron las viejas. Me parece que no son las figuras encapuchadas y enmascaradas que rondan el bosque. Esas son mitagos. Aquellas viejas formaban parte de la visión. Vinieron y se lo llevaron en un carro horrible lleno de cabezas, brazos y piernas colgados. Creí que iban a despedazarlo, pero resultó que eran amigas suyas. Quemaron su cuerpo en una pira. Su espíritu no, claro. Su espíritu se habrá ido a través de su propio camino hundido y puedo ir a buscarlo. Pero entonces… salió una mujer. Vino del bosque, toda pintada de arcilla y gritando. Cabalgó alrededor de las llamas. Estaba muy triste, así que seguramente era su amada, en cuyo caso ¿quién soy yo? ¿Qué soy yo? No puede tener dos amadas. Eso no estaría bien. Y, mientras estaba pensando en eso, el camino hundido se cerró y el árbol volvió a ser un árbol. Pero sentí que tenía que cantar para él, para hacerle saber que quiero amarlo un día, pero que todavía soy muy pequeña para seguirlo. Además, mi hermano Harry está en el bosque, y he prometido que iré a buscarlo también a él. Pero no puedo buscarlos a los dos, así que no sé qué hacer…
Se secó las lágrimas y respiró hondo, y miró al señor Williams, que seguía sentado en un silencio perplejo y absoluto. Los granjeros que lo rodeaban la miraban atónitos.
Por fin, con un arqueo ligerísimo de cejas, el señor Williams tomó aliento y dijo, en voz muy baja:
—Bueno, claro, eso lo explica todo.

Holdstock, Lavondyss

En medio de la noche veraniega comenzó a soplar un invierno antiquísimo. Al principio solo fue una brisa fría, el olor estimulante de la nieve; luego llegó el sonido: el fragor de una tormenta. Después, la sensación, el toque gélido en el rostro de un copo de nieve procedente de un tiempo perdido diez mil años antes, eternamente olvidado. Los copos llegaban desde el otro mundo como pétalos helados que el húmedo calor de la noche de agosto destruía al instante

Harari, 21 lecciones para el siglo XXI

Nos hallamos todavía en el momento nihilista de la desilusión y la indignación, después de que la gente haya perdido la fe en los relatos antiguos, pero antes de que haya adoptado uno nuevo. Y entonces ¿qué hay que hacer? El primer paso es bajar el tono de las profecías del desastre, y pasar del modo de pánico al de perplejidad. El pánico es una forma de arrogancia. Proviene de la sensación petulante de que uno sabe exactamente hacia dónde se dirige el mundo: cuesta abajo. La perplejidad es más humilde y, por tanto, más perspicaz. Si el lector tiene ganas de correr por la calle gritando: «¡Se nos viene encima el apocalipsis!», pruebe a decirse: «No, no es eso. Lo cierto es que no entiendo lo que está ocurriendo en el mundo».

Graeber&Wengrow, El amanecer de todo

¿Podría ser que, del mismo modo en que la agricultura lúdica —nuestra manera de denominar esos métodos informales y flexibles de cultivo que dejaban a la gente tiempo para realizar todo tipo de otras actividades estacionales— se convirtió en agricultura más seria, los reinos lúdicos comenzaran también a adquirir más sustancia? Las pruebas procedentes de Egipto bien pueden interpretarse en esa línea. Pero también es posible que ambos procesos, cuando se dieron, estuvieran instigados por algo más, como el surgimiento de relaciones patriarcales y el declive del poder de la mujer en la familia. Desde luego, este es el tipo de preguntas que deberíamos estar haciéndo nos. La etnografía nos demuestra también que los reyes no suelen contentarse con la idea de ser una presencia esporádica en las vidas de sus súbditos. Incluso los gobernantes de reinos que nadie describiría como un estado, como los reth de los shilluk o los gobernantes de los pequeños principados en Java o Madagascar, intentaban insertarse en los ritmos de la vida cotidiana insistiendo en que nadie podía pronunciar un juramento, casarse o incluso saludarse sin invocar su nombre. De esta manera el rey se convertía en el medio necesario por el cual sus súbditos establecían relaciones entre sí, en gran parte del mismo modo en que los jefes de Estado insisten en poner sus caras en el dinero.

Graeber&Wengrow, El amanecer de todo

Las unidades sociales muy grandes son siempre, en cierto sentido, imaginarias. O, por decirlo de otro modo: existe siempre una distinción fundamental entre el modo en que uno se relaciona con amigos, familia, vecindario, gente y lugares que conocemos directamente, y el modo en que uno se relaciona con imperios, naciones y metrópolis, fenómenos que existen en gran medida, o al menos la mayor parte del tiempo, en nuestra cabeza. Gran parte de la teoría social puede verse como un intento de encajar estas dos dimensiones de nuestra existencia.

Graeber&Wengrow, El amanecer de todo

La arqueología ha cambiado todo esto. Hoy en día los expertos identifican entre quince y veinte centros de domesticación independientes, muchos de los cuales siguieron rutas de desarrollo muy diferentes a China, Perú, Mesoamérica o Mesopotamia (los cuales, a su vez, siguieron rutas muy diferentes). A esos centros de agricultura inicial hay que añadir, entre otros, el subcontinente indio (donde se domesticó el mijo pardo, la judía mungo, las alubias de Kulthi y el cebú); las praderas de África occidental (mijo perla); las tierras altas centrales de Nueva Guinea (banana, taro, ñame); los bosques tropicales de Sudamérica (mandioca, cacahuetes) y los Bosques Orientales de Norteamérica, donde se cultivaba todo un grupo de semillas locales —quinoa, girasol y hierba de pantano— mucho antes de la introducción del maíz desde Mesoamérica.6

Graeber&Wengrow, El amanecer de todo

¿Y si desplazáramos el énfasis de la agricultura y la domesticación a, digamos, la botánica o, incluso, la horticultura? De inmediato nos encontraríamos más cerca de las realidades de la ecología del Neolítico, a las que parece preocuparles poco domar la naturaleza salvaje o arrancar la máxima cantidad posible de calorías de un puñado de gramíneas. De lo que sí parece tratar es de crear parcelas de huerto —hábitats artificiales, a menudo temporales— en los que la balanza ecológica se inclinaba a favor de las especies preferidas. Esas especies incluían plantas que los modernos botánicos separan en clases (en competencia) de malas hierbas, drogas, hierbas y cultivos alimentarios, pero que los botánicos del Neolítico (formados mediante años de experiencia, no con libros de texto) preferían cultivar unas junto a las otras.