Campbell, La Historia del Grial

En Oriente, las formas de iniciación están planificadas: uno sabe en qué fase se halla, encuentra a su gurú, se somete a él, no critica, hace lo que le dice el gurú, quien conduce a cada uno a su propia experiencia. No ocurre así en esta búsqueda europea. En el Parzival, uno tiene que buscar su propia naturaleza, su propia inspiración; seguir a otro sólo lleva a la ruina. Este es el sentido del viaje de Parzival,

Campbell, La Historia del Grial

Los normandos vencieron a los anglosajones, no a los celtas, y los mandaron a los corrales, a cuidar de los cerdos, mientras que en la mesa donde se comía la carne de los cerdos la gente hablaba francés, no aquel vulgar inglés. Por tanto, cuando la comida está fuera es pig o swine, pero cuando se sirve en la mesa es porc. Cuando está fuera es cow [«vaca»] o calf [«ternera»
pero cuando se sirve en la mesa es bœuf o veau: el francés dentro y el inglés fuera, en la despensa y en los cuartos de los criados. Pero el entretenimiento es necesario en las comidas, y los artistas favoritos son los bardos celtas. De manera que en el comedor se reúnen los tres estratos.

Campbell, La Historia del Grial

Cuando los poetas posteriores emplean imágenes que concuerdan con la tradición, nunca es fácil saber si obedecen a una coincidencia o a una decisión consciente. A muchos artistas de hoy en día les gusta fingir que presentan de manera inocente sus prodigios gracias a su armonía natural con los fundamentos del ser, cuando en realidad se han pasado unas cuantas noches leyendo a Jung, Freud, Nietzsche y Joyce.

Campbell, La historia del Grial

La misión de san Patricio suele datarse en el año 432. Casi con toda certeza no es la fecha real. El cuatrocientos treinta y dos es un número mitológico. Por ejemplo, en los Purānas, la antigua epopeya india, se afirma que un mahāyuga —un «Gran Ciclo» de la creación, el florecimiento y la disolución del mundo— dura 4.320.000 años. El mahāyuga es un «Día de Brahmā», al que lo sigue una «Noche de Brahmā» de la misma duración; la suma de ambos da 8.640.000. En uno de los poemas de la Edda poética (o mayor) islandesa («Grímnismál», 23) se nos dice que en el Valhalla, el salón de los guerreros de Odín, había 540 puertas, por cada una de las cuales pasaban, al final de cada ciclo del tiempo, 800 guerreros para enfrentarse con los antidioses en una guerra de aniquilación mutua. 800 multiplicado por 540 da 432.000. Y en la Babilonia caldea, desde el siglo VI a. C. aproximadamente, se decía que entre el tiempo imaginado de la primera ciudad del mundo, Kish, y la llegada del diluvio mitológico de Ut-napishtim (el predecesor y prototipo de Noé) transcurrieron 432.000 años. Para mi sorpresa, un día descubrí en un libro sobre cultura física para el gran público titulado Aerobics la siguiente frase: «Un hombre en forma, que haga ejercicio con regularidad, tendrá en reposo una frecuencia cardíaca de unas 60 pulsaciones por minuto como mucho. […] 60 pulsaciones por minuto, multiplicadas por 60 minutos, dan 3.600 pulsaciones por hora. Y 3.600 pulsaciones por hora, multiplicadas por 24 horas, dan 86.400 pulsaciones por día».[1]Así pues, nuestros pequeños días y noches humanos son miniaturas de los Grandes Días y Noches de Brahmā, que al abrir y cerrar los ojos alumbra y disuelve, una y otra vez, todas la
formas del universo; el latido de nuestro corazón, entretanto, guarda conformidad con el pulso de la creación. Se pueden decir muchas más cosas acerca de este número, pero baste con señalar una: que, astronómicamente, el número de años en un ciclo completo de la precesión de los equinoccios es 25.920 (un Gran Año o Año Platónico), y que esta suma, dividida por sesenta, da 432 (sesenta es el múltiplo básico, el llamado soss, del sistema matemático mesopotámico más antiguo).

Campbell, La historia del Grial

En el Libro de Kells vemos una representación del monstruo que se muerde la cola. Aparece en la llamada página Tunc, dedicada a la Crucifixión. (Tunc crucifixerant cum eo duos latrones, dice el texto: «Con él fueron crucificados dos ladrones»). Lo que representa ese monstruo que se muerde la cola es el Océano Cósmico que rodea el mundo, un motivo conocido por todas las grandes mitologías: el Okeanós de los griegos, por ejemplo, tras el que se encuentran las Hespérides, las afortunadas islas de las Manzanas Doradas y la vida inmortal, que corresponden precisamente a la Ávalon («Tierra de las Manzanas») de la leyenda artúrica, así como al misterioso lugar del Castillo del Grial

 

Campbell, La historia del Grial

Una de las paradójicas calamidades del cristianismo fue que Roma se derrumbara una vez cristianizada. En La ciudad de Dios, san Agustín viene a decir que sí, que la ciudad del hombre ha caído, pero que la ciudad de Dios ha triunfado. ¡Magro consuelo, la verdad! Lo cierto es que Roma se vino abajo. Yo diría que aquellos cristianos son comparables a los comunistas actuales en nuestra parte del mundo: lo devoraban todo desde dentro, como gusanos.

A. Blackwood, Los Sauces

Después de dejar Viena, y mucho antes de llegar a Budapest, el Danubio entra en una región de singular soledad y desolación donde sus aguas se dispersan por todos lados sin que exista un canal central, la región se torna en un pantano por millas y millas, cubierto por un vasto mar de bajos arbustos de sauce. En los grandes mapas, esta región está pintada de un azul pálido, que se torna cada vez más desvaído a medida que abandona los bancos; y sobre todo esto puede verse la palabra Sumpfe: marjales

Beauvoir, Memorias de una joven formal

Terminé por rendirme: un día supe el solfeo pero tuve la impresión de aprender reglas de juego, no de adquirir un conocimiento. En cambio entré sin dificultad en la aritmética, pues creía en las realidades de las cifras.

Dumezil, Los dioses de los germanos

De Freyja, hay que decir que la mitología no relata ninguna aventura precisa que apoye las malas palabras de Loki y de Hyndla. Pero, como Isis, recorrió una vez el mundo en busca de su marido perdido, sembrando lágrimas de oro